Por Victoria Repetto
[Tiempo estimado de lectura 8 min]
Nací en 1971 con un Linfangioma e Hiperplasia hemifacial y a lo largo de mi vida, pasé por siete cirugías de reconstrucción facial. La primera a los 8 años de edad y la última a los 45 años. Fue en ese tiempo de recuperación postoperatoria en el que sentí que volví a nacer con un nuevo propósito: darle sentido a toda esa experiencia para ayudar a otras personas que deben someterse a una intervención.
Así nace mi programa de acompañamiento a personas que deben enfrentar una operación quirúrgica, pero no desde la parte médica o psicológica -porque reconozco que no son mis ámbitos- sino desde mi propia experiencia y vivencia como paciente.
Toda operación representa un impacto psíquico intenso y ante el cual cada uno reacciona según su personalidad e historia.
Los médicos parecerían estar acostumbrados a pensar exclusivamente en lo orgánico, a diagnosticar y tratar al enfermo para que recupere su salud. Se los ha formado escasamente para entender qué le pasa a la persona que le entrega su cuerpo, qué siente desde la subjetividad. Como resultado de esto, muchos enfermos sufren una especie de disociación ante la medicina asistencial más preocupada por el funcionamiento orgánico que por sus tribulaciones y prioridades. Como personas experimentan su propia marginación; suelen sentir que son tratados como marionetas carentes de identidad: “No me escucha”, “No me contesta”, “Tengo miedo de preguntarle, no me va a contestar”, “Siempre está apurado”, “No me explica lo que tengo”, “Quiero que me digan si me voy a morir”, “Yo no soy un estudio, soy una persona”, “No lo quiero molestar: está muy ocupado!”, “Se va a enojar”, “Siempre está corriendo, nunca se detiene para pensar?”
La escucha y la palabra se orientan para aliviar el sufrimiento psíquico que promueven la enfermedad y la intervención quirúrgica. Reconoce sus orígenes en la denominada “preparación para la cirugía”.
Entre los objetivos generales del acompañamiento prequirúrgico señalamos los siguientes:
• Facilitar el proceso de la información.
• Disminuir y estabilizar a montos y niveles tolerables los síntomas psicológicos.
• Afrontar las preocupaciones que la enfermedad y la cirugía imponen.
• Disminuir miedos básicos o universales (¿Qué denuncian los miedos? Incertidumbre, disminución de la autoestima y autosuficiencia, incremento de la ansiedad, la angustia y el estrés quirúrgico).
1. A la anestesia
2. Al dolor
3. Al diagnóstico
4. A morir
5. Al futuro
6. Al cambio de imagen y en el esquema corporal
7. A no contar con redes de apoyo afectivo
8. A perder la autonomía y la independencia
9. A lo desconocido
Proceso quirúrgico y crisis
Las crisis son fenómenos complejos que implican desequilibrio, ruptura, duelo y superación ante acontecimientos vitales o accidentales, específicos, o no. Constituyen una experiencia de vida, una transición, un cambio y una circunstancia de riesgo. Pueden generar un nivel de estrés alto con riesgo de descompensación: según cómo el individuo las enfrente y resuelva, incrementarán su vulnerabilidad psíquica, o bien apelarán a su capacidad de resiliencia.
Psíquicamente todo ataque al cuerpo (enfermedad, envejecimiento, trauma físico) es vivido como un ataque. Ante ello surgen la angustia, la tristeza, la depresión, y por consiguiente, el duelo ante el desequilibrio y la inestabilidad.
La operación tiene efectos directos sobre el organismo e indirectos sobre la psiquis, efectos que pueden ser transitorios o permanentes.
Aún cuando la cirugía es un agente terapéutico, un acto médico, los aspectos relacionados con el psiquismo son, la mayoría de las veces obviados por los cirujanos.
Ante la indicación quirúrgica, cada enfermo responde de modo diferente y con intensidad variable, acorde con su personalidad e historia y con los recursos que disponga.
El proceso quirúrgico no está exento de mitos y temores. Los temores genéricos, básicos, presentes en la mayoría de los pacientes, giran en torno a los enunciados más arriba, y cuando una persona padece y sufre preocupaciones o dolor, necesita un interlocutor, ser escuchado y que se le pregunte por la relación que establece con su sufrimiento. El enfermo se interroga; ¿por qué? ¿por qué a mi? ¿de dónde vino esto? ¿qué me va a pasar? ¿cómo voy a quedar? Necesita respuestas a sus preguntas y el cirujano no siempre está disponible para escucharlas y responderlas.
Toda operación, por sencilla que sea, configura una vivencia de estrés: es una amenaza real, tanto interna como externa.
Al conflicto generado por el proceso quirúrgico, se le agregan las manifestaciones de ansiedad y angustia; la expresión de fantasías, temores y preocupaciones relacionadas con ese proceso; el significado manifiesto y latente de la enfermedad y la operación; los mecanismos de defensa prevalentes; la expresión de los sentimientos de culpa; la presencia/ausencia del mecanismo de negación; los niveles de autoestima y autoeficacia para afrontar el proceso; el eventual beneficio secundario.
El propósito del acompañamiento es atenuar el estado generalizado de tensión, a veces excesivo, resultante de la situación. Es necesario que la persona “sepa” qué sentido tienen las manifestaciones de ansiedad, angustia, estrés, para prevenir los efectos, tanto de la enfermedad como de la operación, potencialmente traumáticos; que diferencie como se siente ante la enfermedad y cómo se sentirá después de la operación. Es decir, que esas manifestaciones sean transformadas de negativas a positivas.
Se trata de un proceso reflexivo de elaboración que permite entre otras cuestiones, disminuir los síntomas psíquicos a niveles tolerables, procesar miedos y reorganizar mecanismos defensivos y estrategias de afrontamiento ante la inminencia quirúrgica, ya que funciona a modo de filtro que regula la ansiedad y la angustia.
Acompañar y contener a personas que van a ser intervenidas quirúrgicamente implica:
• Escuchar y contener en el pre y post quirúrgico.
• Dar herramientas para transitar lo mejor posible el trauma que conlleva una cirugía.
• Observar la vulnerabilidad del paciente, para fortalecer sus defensas, reduciendo temores.
• Trabajar sobre los miedos, la ansiedad, las expectativas, y los sentimientos que surjan en relación a la cirugía.
• Obtener mejor estado anímico de la persona y por ende una mejor recuperación en el post quirúrgico.
• Mejorar la relación paciente- profesional, ya que al trabajar sobre las expectativas y la realidad, la frustración es menor.
• Trabajar sobre la autoestima, para utilizarla como pilar de contención del trauma de la patología y de la cirugía: reconstruir su mirada interior.
• Informar, acompañar y sostener.